lunes, 12 de marzo de 2012

A PARTIR DEL SÁBADO MARACAY: A PARTIR DEL SÁBADO LA CITA ES EN LA MAESTRANZA "CÉSAR GIRÓN"





LA MAESTRANZA "CÉSAR GIRÓN DE MARACAY 
ABRE SUS PUERTAS A LA FERIA DE SAN JOSÉ


RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ

MARACAY, Ven. 12 Mar 2012 (AFP).- Hace casi ocho décadas atrás, un caluroso enero de 1933, se inauguraba la que con el tiempo pasaría ser referencia del toreo en la “Ciudad Jardín” de Venezuela. Sus obras fueron encomendadas a uno de los arquitectos más vanguardista de la época, quien tomaría como referencia bosquejos que hacen singular a la Maestranza de Sevilla. El arquitecto Carlos Raúl Villanueva, célebre por las grandes obras que el régimen gomecista le encomendó sería la persona que “El Benemérito” Juan Vicente Gómez dispuso levantar una plaza de toros que guardara el sabor, comodidad y personalidad que atesora la fiesta brava. Para el gran caudillo venezolano de la época le era engorroso trasladarse a la capital ver toros en el Nuevo Circo de Caracas, cuando el mando del gobierno lo ejercía desde la capital aragüeña.

Los terrenos del sector Calicanto, fueron los que se dispusieron para levantar la gran obra, reliquia de la arquitectura venezolana. De estilo mudéjar, Villanueva se esmero que a la comodidad y la visibilidad, elementos el cual enfatizaría “El Benemérito” factores limitantes que siempre recalcó al coso de San Agustín en la ciudad capital. De allí que la arena de Calicanto se le haya diseñado tres mezquitas a modo que mantuviera amplia panorámica de toda la plaza.

Pero esta inquietud por las festividades sanjosefinas no nace de parte del entonces gobernante venezolano. Se tiene registro que desde 1905 ya se venía celebrando festividades en honor al patrono de Maracay, a través de corridas auspiciadas por el compadre de Gómez, Cipriano Castro, quien ostentaba para ese momento el bastión de mando del país, hasta que una enfermedad renal además de una componenda política le quitara de la Presidencia, espectáculos que se llevaban a cabo en honor a sus tropas acantonadas en los potreros de Aragua, en ruedos improvisados, ubicados a lo largo de la Calle Real, donde se lidiaban toros criollos con presencia de toreros ibéricos y venezolanos. Entre los españoles se recuerda la presencia del sevillano Manuel Jiménez “Chicuelo” -padre del célebre “Chicuelo”- o de los venezolanos Pablo Mirabal “El Rubio” y Vicente Mendoza “El Niño”. Más tarde, por allá en 1912 ya se comenzaría a bosquejar un redondel más propio para la creciente afición aragüeña, en este caso inaugurando el Teatro Circo de Maracay, coso de madera el cual posteriormente sus terrenos se convertirían en el Cuartel de la Guardia de Honor del Presidente de la República.

No sería sino pocos años antes de culminar el periodo gomecista en el país cuando los hijos de “El Benemérito” verían inaugurar la Plaza de Toros de Calicanto, nombre con el cual se bautizó a la que hoy se le denomina igualmente Plaza de Toros “César Girón”, o erróneamente la Maestranza de Maracay. Exactamente la fecha de inauguración data del 20 de enero de 1933, cuando los hermanos Juan Vicente y Florencio Gómez Núñez –hijos del entonces caudillo- contrataran a los españoles Manolo Bienvenida, Pepe Gallardo, junto al rejoneador cordobés don Antonio Cañero y el espada caraqueño Eleazar Sananes “Rubito” despachando reses nacionales criollos de La Providencia y españoles de Miura, temporada en la que completaron presencia así mismo el español Pepe Amorós y el mexicano José González “Carnicerito de México”.

Pero la dicha de contar Maracay con una plaza de toros a la altura de las grandes capitales taurinas duraría poco, pues en diciembre de 1936 moriría Juan Vicente Gómez, y con ello la temporada de 1935 sería la última que organizaran los hijos del caudillo tachirense, considerándosele los grandes impulsores de la fiesta brava pues aparte del levantamiento del coso maracayero trajeron la sangre brava para fundar la primera ganadería brava pura, como lo fue Guayabita.

Una vez consumada la caída del régimen gomecista la plaza entraría durante varios años en un letargo que casi la hace desaparecer, con festejos esporádicos y de poca importancia, hasta la temporada de 1945 cuando se organizan tres espectáculos donde se contaba la presencia de para entonces torero más importante del momento como lo fue Manuel Rodríguez “Manolete” y Carlos Arruza como atracciones principales, personajes que se encargarían de reavivar una tradición taurina inexpugnable que darían paso a la consolidación en los años posteriores con el asentamiento de lo que se denominó “La Cantera Taurina de Aragua”, que vería su máxima expresión en la consolidación de una escuela taurina cuyo máximo exponente fue el maestro Pedro Pineda, quien para tal efecto con el recurso del toro “cunero” que poblaba los llanos venezolanos por aquel entonces forjó importantes toreros entre ellos el más importante de todos sus alumnos, como fue César Girón Díaz.

La no consolidación de un abono permanente fue lo que llevo que la plaza hasta 1954 no viera actividad continua, cuando comenzaron a darse eventualmente cita en su ruedo las más importantes figuras del toreo de la época, tanto españolas como mexicanas, con toros en su mayoría aztecas y colombianos que fueron los que complementaban la demanda que por el momento no podía abastecer el hasta momento único hierro bravo, como era el ya mencionado de Guayabita, que se encontraba a la deriva de sucesiones en el manejo de sus destinos. Igualmente durante el periodo 1956-1967 circunstanciales ocasiones fueron las que tuvo protagónica relevancia la arena de Calicanto, en especial en época de enero a marzo cuando se llevaban a cabo las que se denominaron Ferias y Fiestas de Maracay.

Pero es a partir de 1967 cuando por vez primera se realiza la que se denominaría Feria de San José de Maracay, reuniendo aquel marzo nombres de primera línea como Curro Girón, Santiago Martín “El Viti”, Juan García “Mondeño”, Luis Sánchez “Diamante Negro”, Paco Camino y Manolo Martínez, quienes se presentaron con toros mexicanos de Piedras Negras, Soltepec y Reyes Huerta, contando hasta la presente con una periodicidad mucho más marcada donde se han dado cita la gran mayoría de figuras del toreo contemporáneas, con una progresiva crisis de personalidad de la plaza a partir de mediados de la década de los ´90 cuando cada vez los costos y el limitado aforo hace obligada la traída de toreros más modestos, con citas puntuales por la trascendencia y solera de la plaza, como lo han sido las Corridas de la Prensa y la PTJ, que han llevado a que la afición, exigente y entendida como pocas, se haya alejado del que fue su espectáculo por referencia en su identidad.

Este año, próxima a cumplir ochenta años de erigida, se ha confeccionada una temporada compuesta por dos corridas de toros y una novillada, con reses nacionales de Laguna Blanca, Campolargo y San Antonio –esta ultima el cual toma antigüedad-, donde destaca de la pléyade de toreros venezolanos el veterano “Morenito de Maracay”, Erick Cortés y el debut como matador de toros de “El Califa de Aragua”, junto a los españoles Antonio Ferrera, Pedro Gutiérrez Lorenzo “El Capea” y Gabriel Picazo, sin dejar de lado a los novilleros locales Enrique Nelo, César Altuve, Edgar Antonio y Ángel Guía, junto a los andaluces Emilio Huerta y Sergio Salas.

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