lunes, 19 de octubre de 2015

44 años de la muerte de César Girón.



La noche del 19 de octubre de 1971, hace 44 años, la noticia de la muerte de César Girón llenó de pesar a la nación y al mundo de los toros. 


VÍCTOR JOSÉ LÓPEZ “EL VITO”
Cuando César Girón venía a Caracas, gustaba de ufanarse de una conquista secreta que tenía en Maracay. Jamás reveló el nombre de la dama, aunque refería que ésta, para asegurarse de que regresaría esa misma tarde, le retenía un Patek Philippe de platino que César apreciaba mucho. “Es una fiera, si no regreso a tiempo me trinca el reloj”.

Aquel 19 de octubre nos vimos brevemente en el Mario’s al inicio de la Avenida Casanova. El sitio se había convertido en la tertulia de taurinos que Girón frecuentaba junto con Iván Sánchez. Apenas calentó asiento nos dijo que se iba hasta El Portón en El Rosal, donde se reunió con Julio García Vallenilla, Carlitos García y sus hermanos, Curro y Efraín. Curiosamente se reunieron con Césaral gunas de las personas más ligadas a su vida, por las que sentía sincero afecto, como si de una despedida se tratara. En ese mismo instante en el Hotel Hilton se reunía Marcos Branger, propietario de Tarapío, con los portugueses João Pinto Barreiro y Mario Coelho, que llegaron para rematar las negociaciones de la importación de ganado bravo, habiéndose escogido por las autoridades venezolanas la finca de Pinto Barreiro, para hacer la estación cuarentenaria de acuerdo con las exigencias de Sanidad Animal Internacional.

Aquel 20 de octubre de 1971 a las nueve de la noche salíamos de la Universidad Católica en compañía de mi hermana Milagros, que iniciaba su licenciatura de Comunicación Social. Nos acompañaba Francisco Pérez Avendaño, hijo del doctor Martín Pérez Matos, célebre abogado caraqueño. Llegando por la autopista al distribuidor de El Paraíso escuchamos a Carlitos González, durante la transmisión del juego de pelota por Radio Rumbos, que informaba de un fatal accidente de tránsito en el que había perdido la vida César Girón. Sentí sobre mis hombros que se desplomaba el cielo, todo el universo, un peso impresionante y aplastante cuando dijo: “En un accidente automovilístico, en La Victoria, se mató César Girón”.

Me fui al diario Meridiano, en la Esquina de La Quebradita. Jorge Cahue estaba a punto de abordar una patrulla para dirigirse al sitio del accidente. Tomé su lugar y junto con Ennio Perdomo, me trasladé de inmediato hasta el sitio donde había ocurrido el fatal accidente. Ocurrió a las ocho y media de la noche, en el kilómetro 73 de la Autopista Regional del Centro. Justamente, frente a una gran chimenea de un viejo trapiche aragüeño. César conducía un Volkswagen Carmanggia, propiedad de su hermana Columba. Vencido por el sueño que produce la soledad al conducir de noche, estrelló su carro contra la parte trasera de un camión Ford que viajaba muy despacio y casi metido dentro del hombrillo de la carretera en la misma dirección que iba Girón. El conductor del camión Ford contra el que se estrelló Girón era el tachirense Parménides Chacón Colmenares, natural de San Cristóbal. Su ayudante nos contó que sintieron un gran ruido, y que Chacón al sentir el estruendo detuvo el camión. El vehículo lo conducía muy despacio y por el hombrillo, y por eso rodó muy poco, escasos metros, desde el sitio de la colisión.

Cuando Chacón revisó el camión encontró a un carro rojo incrustado en la parte trasera.Parménides, naturalmente, no sabía de quién se trataba. De inmediato sacó el cuerpo herido y sin conocimiento de César Girón. Estaba metido entre el amasijo de hierros torcidos que le abrazaban. Pidió ayuda sin tener respuesta. Al rato, luego de que varios automóviles pasaron sin hacer caso a la solicitud de auxilio, se detuvo el que viajaba el gobernador del estado Portuguesa. Condujo a César Girón hasta la Emergencia del Hospital Central de Maracay. Luego el gobernador relataría que, al llegar al Obelisco, monumento a la entrada de Maracay, sintió que César Girón había dejado de existir.

Sin embargo, la opinión de los médicos fue distinta. El cadáver de Girón fue recibido por los doctores Jorge Pernía y Henry Burguera. Pernía declararía que no sabía que el muerto era César Girón. Lo supo cuando registraron sus documentos. Burguera indicó en su informe que la muerte fue casi instantánea, y que se debió al hundimiento de la caja toráxica en la que recibió un golpe muy fuerte del volante del automóvil, que quedó completamente destrozado. Más tarde, ya en el velatorio, contóRafael Felice que se había opuesto a que César se fuera a Maracay. “Le acompañé junto a mi esposa y su hermano Efraín hasta el peaje de la autopista en Tazón. Discutimos fuerte; pero estaba empeñado en ir a buscar un reloj que había dejado en Maracay”. Uno de los argumentos que esgrimía César era que tenía que viajar a Carora, a la ganadería de Los Aranguez, para seguir sus entrenamientos ya que quería “estar como una hojilla para las corridas de la feria”. César se lavó la cara en la caseta de la Guardia Nacional, les dijo hasta luego, le dio la bendición a Efraín y se marchó.

Rafael Felice Castillo se quedó muy preocupado. Cuando consideró que había transcurrido el tiempo para que hubiera llegado a su casa, llamó a Maracay. El teléfono estaba siempre comunicando. Sonaba ocupado y Rafael pensó que era César que había llegado a su casa y conversaba con alguien. Sin embargo insistió, y al fin, cuando pudo comunicarse, una de las hermanas de César le informó que Girón había muerto.

El miércoles 21 de octubre por la mañana Maracay hervía en su corazón. El cadáver de César Girón fue llevado de la Gobernación de Aragua, antiguo Hotel Jardín donde todo había comenzado aquella tarde de mayo de 1945, cuando de niño intentó robarle el traje de luces a Carlos Arruza, más tarde su padrino de alternativa. Todos sabían que ese cuerpo inerte era el de un venezolano singular, distinto, rebelde, dueño de profundas contradicciones que le llevaron al triunfo y al dolor por no sentirse reconocido en la inmensidad de su propia verdad.

El cadáver fue paseado por el ruedo de la plaza de toros de La Maestranza de Maracay. La plaza se llenó de bote en bote, y del pueblo, que llenó las gradas, surgieron impresionantes expresiones de dolor, que calaron muy hondo en todos los presentes.

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4 orejas y dos rabos en Sevilla

Las hazañas de Girón en todos los ruedo del mundo no tienen parangón.

“Único en cortar dos rabos en la Feria de Abril sevillana, en repetir en Córdoba con el Trofeo Manolete. Y la afición limeña le concedió el inusual galardón de la pata; la Monumental de Madrid y de México abrieron la puerta grande”. 
(Pepe Cabello, El Universal).


César Antonio Girón Díaz (1933-1971) es de las grandes figuras hispanoamericanas en la Fiesta Nacional española junto a los mexicanos Rodolfo Gaona, Fermín Espinoza “Armillita”, Silverio Pérez y Carlos Arruza. Ningún torero de escalafón que no fuese español apretó tanto y comprometió tanto como Girón en su tiempo. Él se permitió dar la alternativa a dos de sus hermanos en la Monumental de Barcelona, a Rafael y a Curro, el 27/09/1956. Ello provocaría el veto de la Asociación de Matadores de Toros de España para los toreros venezolanos, similar al impuesto a los mejicanos por la dura competencia que daba Gaona a los peninsulares de su tiempo.


Muchas fueron sus tardes de gloria, igual las de angustia y depresión. Muy particularmente quedan en mi memoria de aficionado la despedida en el Nuevo Circo de Caracas y las dos últimas faenas en la Monumental de Valencia con motivo del Sesquicentenario de la Batalla de Carabobo. Vestido de manzana y oro hizo su último paseíllo al lado de Antonio Bienvenida y Luis Miguel Dominguín para cortar cuatro orejas y salir por la puerta grande. Por el umbral de los Campos Elíseos salió César Girón, bajo los compases del Himno Nacional y del Alma Llanera. Un venezolano, el entonces Presidente Rafael Caldera, con visible emoción le abrazó en la celebración de la efemérides gloriosa carabobeña. 


César tu recuerdo queda. Tu ejemplo, tu presencia. Tu caminar suficiente y brazo altanero son parte de la vida e historia patrias Zar en las solitarias estepas de la torería. César entre los césares mandones de temple y dignidad. Girón, un Girón entero, no hecho jirones como la desprovista y dolida Venezuela de hoy. César Girón Díaz sustantivo y singular paradigma del gentilicio venezolano. 

Carlos Maldonado-Bourgoin

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