Curro Moreno, Luis E. Salido, Jesús Enrique Colombo, y Adrián Grande
"...Fue solo un novillo, y no el mejor, al que se enfrentó Jesús Enrique Colombo, pero le bastó y sobró para ofrecer un recital de toreo en todos los tercios..."
Feria Ntra. Sra.del Alcázar
El impacto de Jesús Enrique Colombo en la novillada de Jiménez Pasquau
Juan Lamarca
Baeza (Jaén), 18 de Agosto de 2014.
¿Fecha para la historia? Ese era el comentario entre los buenos aficionados de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad en collera con su hermanada Úbeda. El novillero venezolano, Jesús Enrique Colombo, se presentaba de luces en el asolerado coso baezano -el día anterior y de forma imprevista lo hizo triunfal y por primera vez en España, en la guipuzcoana Deba, de la mano de Juan Ruiz Palomares.
Ante el impacto de la actuación del tachirense surgió inevitable el paralelismo de las buenas gentes del pueblo que se llevó en el alma Antonio Machado - ¡Campo de Baeza, soñaré contigo cuando no te vea! - con el matador de época Enrique Ponce, y cuya presentación en público se efectuara también a los dieciséis años de edad, por su descubridor Juan Ruiz Palomares, en otra feria baezana de la Virgen del Alcázar de 1986. Veintiocho años los separan...... y ya veremos lo que el destino le pudiera unir.
Francia y Linares esperan a Colombo en las próximas citas. ¡Suerte, torero!
Fue solo un novillo, y no el mejor, al que se enfrentó Jesús Enrique Colombo, pero le bastó y sobró para ofrecer un recital de toreo en todos los tercios, con variadas suertes de capa y muleta aflorando la juvenil torería sobre una firmeza aplicada al conocimiento y técnica increíble en un principiante, "sacando aceite de un charco de agua" y que dio lugar a una frase jocosa pero significativa que salió del tendido: "míralo... parece que lo ha parío una vaca".
Muy bien vestido, de marino y oro, y muy bien liado en su espectacular capote de paseo, iba mostrando ya a los baezanos en su majestuoso paseillo sus credenciales de empaque y autoridad con que luego se desenvolviera. El manejo de las telas, su colocación ante la res, la elección en cada momento de los terrenos apropiados y su carga escénica sobre el albero asombraron a un público partidario de sus toreros locales y que al final se entregó a Jesús Enrique para pedirle el rabo tras tumbar a su oponente de contundente estoconazo.
La noble novillada de Jiménez Pasquau dio facilidades en general con la excepción del marrajo corrido en 3º lugar por Pedro Gallego, y el 5º, el de Colombo, bajo de raza y venido a menos.
El resto de la terna, compuesta por cuatro novilleros, se mostró con el entusiasmo propio de su juventud y ofreciendo distintas versiones de toreo.
El espigado baezano Curro Moreno, con el mejor novillo sin duda, desplegó un buen concepto de torero sacando buenas series de largos muletazos, más con la izquierda. Estocada y dos orejas.
El galduriense -otros le llamarían jodeño, del vecino pueblo de Jódar- Adrián Grande, solo en el apellido, fue todo pundonor y entrega hasta volcarse con la tizona y cobrar una entera y cortar dos orejas.
El pueblo de Torreperogil aportó su fino novillero Pedro Gallego que muy pronto, y tras los primeros trasteos de muleta, se viera desbordado por la brusquedad y las aviesas intenciones de novillo más serio y agresivo de la tarde y que se lo echó varias veces a los lomos. Lo mató como pudo y salvó el pellejo. Ovación y saludos para el torreño.
La agrícola villa de Sabiote, desde donde se divisa la finca de "Cetrina", de Enrique Ponce en las Navas de San Juan, -sus buenas gentes no se libran de la guasa de los ubetenses: "en Sabiote el que no es tonto...es cipote; respuesta inmediata y redentorista: "pero el que sale listo...va para ministro"-, ya pueden presumir de torero y como tal se mostró Luis E.Salido, joven abogado dotado de elegancia y clasicismo y que dio su mejor versión al natural. No se cansó de ligar largas series en un palmo de terreno y de rematar con oportunos y sentidos trincherazos y cambios de manos, verdaderas pincelas de arte.
En el ruedo cargaron a los triunfadores noveles y allá se los llevaron a hombros por la puerta grande sobre el valle del Guadalquivir, como en el verso machadiano: ¡Pardos borriquillos de ramón cargados, entre los olivos!
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