Pacorro y Miguel Mejías "Bienvenida"
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Madrid, 12 de Junio de 2016.
Corría el mes de Mayo de 2009, vísperas de la Feria de San Isidro, cuando los directivos y socios del Círculo Bienvenida decidieron ofrecerle a Francisco Membrilla "Pacorro" un sencillo pero sincero y emotivo homenaje.
Hoy, con ocasión de su muerte, rememoramos aquella entrañable reunión en la que Juan Lamarca le dedicó unas hermosas palabras glosando su figura, antes de que Miguel Mejías "Bienvenida" le impusiera un preciado galardón, y que nuestro presidente Fernando Claramunt le entregara un diploma acreditativo con el siguiente texto:
Acto de Imposición del
Galardón Honorífico
“INSIGNIA DE PLATA”
FRANCISCO MEMBRILLA
“PACORRO”
En justo reconocimiento a los extraordinarios
méritos contraídos durante su torera trayectoria profesional, elevando el toreo
de plata a las más altas cotas de dignidad, eficacia, y expresión artística,
sumado a su enjundiosa labor en el estamento de gestión y administración de la
Fiesta.
Las excelsas cualidades humanas que le
adornan y dotes de torería ejercidas, le hacen acreedor de sinceros vínculos de
amistad y afecto en el seno de nuestro Círculo Taurino, siendo estimado como
hombre portador de tan altos valores como los que fueron propios de los
integrantes de la gloriosa Dinastía Bienvenida.
Fernando Claramunt y Pacorro
Glosa a Francisco Membrilla "Pacorro"
Por Juan Lamarca
Vicepresidente 1º del C.T.A.D.B
Personalidad e independencia. Estas cualidades dominantes en el carácter de
Francisco Membrilla “Pacorro” son las que han definido la vida de uno de los
grandes profesionales del toreo. A ello se suma el buen ejercicio de sus valores humanos que le hacen ser apreciado por cuantos le
conocen.
En el madrileño y torero barrio de Embajadores ve la luz “Pacorro”, en los aledaños de la mítica plaza
de Lavapiés quintaesencia, entonces, del casticismo capitalino. Su población de
gente humilde y afanosa que habitaba en viviendas humildes en forma de corralas convivía en sus calles y establecimientos
típicos, y se caracterizaba por una manera de vivir, una historia, una leyenda.
Allí se crió aquel zagal en una época convulsa dónde los niños jugaban al toro
por las calles soñando en emular al gran torero del barrio, Vicente Pastor que
se paseaba, ya retirado, disfrutando de justa fama y bien ganada fortuna.
La afición del joven “Pacorro” se va
cimentando viendo pasar ganado bravo por la puerta de su casa camino del
cercano matadero a dónde solían llevar el ganado bravo para sacrificarlo y
dónde se congregaban los aspirantes para dar algún capotazo a las morucha o
vacas de retienta.
Su deseo de ser torero surge como una enfermedad y se desmarca de los
jóvenes del barrio para vivir en torero, entrenando intensamente y haciendo vida
sana.
Las aventuras con otros capas para ir al campo charro a colarse a los
tentaderos, marcaban la dureza de sus comienzos. Montado en la perrera de un
tren, o caminando largas distancias al ser descubierto y arrojado al campo. A
veces las estrellas eran el techo de su sueño, o un pajar paliaba la helada de
la noche. El trenillo de Salamanca a Ciudad Rodrigo quedó grabado en la memoria
de muchos maletillas.
Intenso sacrificio y profunda vocación para vivir así e ir de capea en
capea para dar unos muletazos a una vaca resabiada o reses viejas. Sufría, como
otros, la rudeza de aquellos tiempos
dónde ser torero era como un milagro; pero Paco no ceja, confía en sus
condiciones, y sus ilusiones se van haciendo realidad vistiendo de luces e
iniciando una larga trayectoria novilleril, venerando a las figuras de la época
como Domingo Ortega, Manolete, o Antonio Bienvenida. Los cerriles públicos de
los pueblos madrileños del conocido como el valle del terror, fueron testigos
de su arrojo y y entereza para enfrentarse a aquellas reses desmesuradas, pero
también le permitieron curtirse en el oficio de torero, para obtener dichosos
éxitos que le propiciaron su presentación en Vistalegre y cuatro actuaciones en
la Monumental de Las Ventas.
Por cierto que en Vistalegre asombró por su valor pagando las consecuencias
su cuerpo lacerado, y el vestido destrozado. Al día siguiente Paco paseaba por
la calle Príncipe y al pasar por la puerta del bar “El Gato Negro”, el
empresario Domingo Dominguín, padre, que tomaba un vino con Domingo Ortega se
dirigió a él y le dijo: “Toma mi tarjeta y vete a ver al sastre Luis Álvarez.
Dile que te regale un vestido de mi parte. Ayer estuviste muy bien”.
Nuestro querido amigo Paco, no llegó a tomar alternativa. Entonces, como él
bién dice,
¿Para qué? ¿Para matar dos toros? ¿Y luego qué futuro me espera?“.”Aquello
era una cosa seria. No se podía tomar una alternativa como si se tomara un
vermout”.
Pacorro se había casado, tuvo un hijo, sufrió muchas cornadas y se sintió
aburrido por tanta lucha por los pueblos, y decidió hacerse subalterno, siendo
Don Livinio Stuyck el que le animó a dar este paso.
El la había soñado pero…..siempre hay un pero que de no se sabe qué. El
poeta Manuel Benítez Carrasco lo describe en "Las letrillas del “pero”
amargo" tiuladas:
“Del Oro a la Plata”:
La culpa no fue del miedo;
tampoco del no saber.
La culpa fue de ese “pero”
que no se sabe lo que es,
cuando quisimos ser algo
y no lo pudimos ser;
y nos quedamos sin serlo,
pero sin saber por qué.
Tras siete años de novillero, y más
de doscientas cincuenta novilladas toreadas, cambia la seda por el percal
iniciándose en la cuadrilla del novillero de La Carolina Vicente Perucha. Sus
dotes técnicas y su pericia con el capote le hacen destacar en el gremio y va
escalando posiciones, pasando a engrosar las cuadrillas de afamados espadas
como el ídolo valenciano Francisco Barrios “El Turia”, el sevillano Manolo
Vázquez, o José ManueI Inchausti “Tinín”.
Larga y brillante fue su etapa con el torero Manuel Cano “El Pireo, en la
época dorada de “El Cordobés” integrada por una pléyade de grandes toreros.
Las triunfales temporadas del “Sordo de las Margaritas”, las giras
americanas le devolvieron la ilusión y estima a este gran torero de Lavapiés,
al tiempo que surgían y anudaban los lazos de respeto y amistad hacia el
apoderado Manolo Cano, artífice de la carrera de su primo “El Pireo”.
Extraordinarios toreros de la calidad artística como Antonio Chenel
“Antoñete”, o Antonio Ordóñez reforzaron sus filas con la eficacia y torería de
“Pacorro”, pasando a las órdenes del valiente y poderoso albaceteño Dámaso
González, lidiando cantidad de corridas sin distinción de divisas, y con el que
se retiró de la profesión en plenitud de prestigio y dignidad al cabo de treinta y un años de torero de plata,
y más de dos mil corridas lidiadas.
Habiendo alternado y siendo coetáneo de los recordados e inconmensurables
subalternos como Luis González y El Vito, o Pichardo y Chaves Flores, así como
los célebres Tito de San Bernardo, Almensilla, Luque Gago, y Alfonso Ordoñez, que gozaron
todos ellos de la admiración de Pacorro, este supuso un eslabón entre esta
generación y la siguiente de los Corbelle, Ecijano, Luis Álvarez, o Montoliú,
Curro de la Riva, o El Jaro como más representativos.
Si con las banderillas no alcanzó a igualar a El Vito, como el mismo Paco
confiesa con gracejo, con la capa llegó a alcanzar grandes cotas siendo un
superior intérprete de la desaparecida suerte del “toreo a una mano”, admirando
y considerando como el mejor a “El Boni” viejo.
Ya retirado, y familiarizado con los entresijos de la Fiesta, su
profesionalidad taurina le proyectó en la lucha empresarial con plazas portátiles, para después prestar sus inestimables
servicios a la gestión de empresas como Matínez Uranga, Los hermanos Lozano, o
de Manolo Cano, apoderamientos, y mentor de toreros como Uceda y Julito
Aparicio entre otros.
La lontananza del campo charro se funde en evocación con la serena madurez
de un torero íntegro para ofrecerle estos versos de Benítez Carrasco:
Uno, dos, y tres
tres banderilleros
en el redondel.
Sin las banderillas
tres banderilleros;
Sólo tres monteras
tras los burladeros.
Francisco Membrilla “Pacorro”, de
enorme vitalidad, de opinión crítica en búsqueda de la excelencia, se ha
caracterizado por ser un hombre de decisión, y valentía, solidario y
comprometido con su profesión, lo que le llevó a ser uno de los impulsores de
la Unión Sindical de Banderilleros y Picadores para la legítima defensa de sus
derechos. Formaron equipo con él El Jaro, Antonio Salcedo, Parrita, Alfredo
Fauró…
Persona de inquietudes culturales y sociales ha sabido mantener siempre su
independencia y dignidad, aunque a veces, y no pocas, a costa de
contrariedades, decepciones y perjuicios para sí mismo.
Pero no pasa nada, y si pasa no importa. Ahí está “Pacorro” y su leyenda,
con sus enfados y sus desenfados, pero siempre despertando su natural donaire,
sagacidad y arrogancia como aquellos “chulos” de Lavapiés que componían la aristocracia del barrio chipén.
Don Francisco Membrilla “Pacorro”,
nuestro querido y admirado amigo, es un patriota ejemplar dotado de un profunda
españolía, impasible el ademán, con preocupación por los destinos de su Patria;
un valiente que recuerda aquella frase del poeta caído cuando, con vehemencia justiciera, exclamara :
“Bienvenidos sean los tiempos de crisis porque ellos obrarán la depuración de
los cobardes”.
Ole tú……¡torero!
De pie: Julio Aparicio, Lázaro carmona, Fernando Claramunt, Pacorro, Miguel Bienvenida, Miguel Flores, y Pablo Lozano.
Sentados: Macareno, El Puno, Barajitas, y Juan Lamarca
Fotografías de Ricardo R. Relvas