viernes, 7 de octubre de 2011

Antonio Bienvenida: 36º aniversario de su muerte.


ANTONIO BIENVENIDA

(1922-1975)

Hoy se cumplen 36 años de muerte en la Clínica de La Paz de Madrid, ocasionada por la cogida que sufrió por la vaca "Conocida" en un tentadero en la finca de Amalia Pérez Tabernero, situada en El Escorial (Madrid)

“El temple es la calma, ese saberse recrear en la suerte.”
Antonio Bienvenida.

LA VOZ PROFUNDA DEL ESTILO
Mejores entre los mejores “de todo tiempo”, como dijo Cervantes, es este torero: torero único, torero sin otro. Nos dice Belmonte que lo importa en el toreo es que la íntima emoción del toreo traspase el juego de la lidia. Y esto lo vimos nosotros muchas veces viendo torear a este admirable torero.
La profundidad de su estilo es incomparable. Se torea como se es. Y así toreaba Antonio con extraordinaria autenticidad.

Antonio Bienvenida fue un torero de escuela. Y aunque empezase muy joven, casi niño, su carrera, ésta la hizo formalmente, seriamente, por sus pasos contados; que es lo que tiene que hacer un buen torero; contar sus pasos. Ahora se nos habla con frecuencia de la monotonía del toreo actual, de la inacabable repetición de pases y más pases; y es que, ahora cuentan los pases y no los pasos.

Antonio Mejías Jiménez nace en Caracas el 25 de junio de 1922. Este admirable torero, es el número siete de los diestros del apodo Bienvenida, una gran familia de toreros entre los cuales su padre Manuel Mejías Rapela y sus hermanos Manolo y Pepe descollaron en la profesión.

Con estos antecedentes taurinos, Antonio empezó a actuar como becerrista en 1936, presentándose en la plaza de Madrid al término de la guerra civil (3 de agosto de 1939) para estoquear novillos de Terrones con Joselito de la Cal y Rafael Ortega Gallito.

En 1941 empieza su marcha ascendente que tiene su principal escenario en la plaza de Sevilla, de la que sale triunfador cuatro de las cinco tarde en que actúa. Ese mismo año realiza en Madrid una fabulosa faena recordada por los buenos aficionados como “la de los tres pases cambiados”.

Entre triunfos resonados y cogidas graves, toma la alternativa en Madrid el 9 de abril de 1942 de manos de su hermano Pepe con toros de Mihura . El 26 de julio de ese mismo año, en la plaza de Barcelona, sufre una gravísima cornada al instrumentar su célebre pase cambiado.A partir de su actuación en Madrid como espada único en la corrida del Montepío de Toreros, para entendérsela con seis reses de Galache, en la que obtuvo un triunfo colosal, surge otro Antonio Bienvenida haciéndose su toreo más profundo y menos espectacular.

Recordemos también ahora la corrida de seis toros de su despedida en Madrid, en octubre de 1966, en que todo absolutamente todo, le salió bien. Pero su retirada no pudo ser mantenida. En 1971 reaparece en Madrid, dando un curso de buen torear.

Ya fuera de los ruedos, pero siguiendo su línea de toreo actúa en muchos tentaderos y el 4 de octubre de 1975, en la finca del Escorial de doña Amalia Pérez Tabernero es cogido por detrás por la vaquilla llamada “Conocida”, produciéndole gravísimas lesiones de vértebras de las que fallecería al atardecer del día 7 en la madrileña clínica La Paz. Al día siguiente, a las cinco de la tarde, en la Plaza de las Ventas, su féretro da su última vuelta al ruedo.

Antonio decía el toreo. El toreo se dice cuando se hace. Y no al revés. Porque el hacerlo siempre depende del toro. Este hacer el toreo va unido a su decir.
Me explicaré. Se puede, aparentemente al menos, no torear bien , no hacer bien el toreo y decirlo admirablemente. El toreo que se hace bien y se dice mal no deja huella ninguna imaginativa en nuestro recuerdo.

Las figuras del toreo , como Antonio Bienvenida, lo fueron por su decir el toreo precisamente; por su poderosa personalidad figurativa en la plaza. Antonio hacía el toreo, bien o mal, pero lo decía con personalidad propia. En todas y cada una de las suertes, Antonio no solamente hacía el toreo, sino que lo decía, y lo decía con estilo propio: con singular y particularísimo estilo o forma de decirlo.
Un torero no vale solamente por su escuela, sino, quizá únicamente, por su estilo. El único valor torero es el estilo. Y el estilo no es el torero, sino el toreo mismo. Y como dijo el poeta:

“Lento, muy lento, muy fiel, / perpetuizaba los pases / perpetuizándose él”.



LA VOZ PROFUNDA DEL ESTILO


Mejores entre los mejores “de todo tiempo”, como dijo Cervantes, es este torero: torero único, torero sin otro. Nos dice Belmonte que lo importa en el toreo es que la íntima emoción del toreo traspase el juego de la lidia. Y esto lo vimos nosotros muchas veces viendo torear a este admirable torero. La profundidad de su estilo es incomparable. Se torea como se es. Y así toreaba Antonio con extraordinaria autenticidad.

Antonio Bienvenida fue un torero de escuela. Y aunque empezase muy joven, casi niño, su carrera, ésta la hizo formalmente, seriamente, por sus pasos contados; que es lo que tiene que hacer un buen torero; contar sus pasos. Ahora se nos habla con frecuencia de la monotonía del toreo actual, de la inacabable repetición de pases y más pases; y es que, ahora cuentan los pases y no los pasos.


Antonio Mejías Jiménez nace en Caracas el 25 de junio de 1922. Este admirable torero, es el número siete de los diestros del apodo Bienvenida, una gran familia de toreros entre los cuales su padre Manuel Mejías Rapela y sus hermanos Manolo y Pepe descollaron en la profesión.


Con estos antecedentes taurinos, Antonio empezó a actuar como becerrista en 1936, presentándose en la plaza de Madrid al término de la guerra civil (3 de agosto de 1939) para estoquear novillos de Terrones con Joselito de la Cal y Rafael Ortega Gallito.


En 1941 empieza su marcha ascendente que tiene su principal escenario en la plaza de Sevilla, de la que sale triunfador cuatro de las cinco tarde en que actúa. Ese mismo año realiza en Madrid una fabulosa faena recordada por los buenos aficionados como “la de los tres pases cambiados”.


Entre triunfos resonados y cogidas graves, toma la alternativa en Madrid el 9 de abril de 1942 de manos de su hermano Pepe con toros de Mihura . El 26 de julio de ese mismo año, en la plaza de Barcelona, sufre una gravísima cornada al instrumentar su célebre pase cambiado.


A partir de su actuación en Madrid como espada único en la corrida del Montepío de Toreros, para entendérsela con seis reses de Galache, en la que obtuvo un triunfo colosal, surge otro Antonio Bienvenida haciéndose su toreo más profundo y menos espectacular.


Recordemos también ahora la corrida de seis toros de su despedida en Madrid, en octubre de 1966, en que todo absolutamente todo, le salió bien. Pero su retirada no pudo ser mantenida. En 1971 reaparece en Madrid, dando un curso de buen torear.



Ya fuera de los ruedos, pero siguiendo su línea de toreo actúa en muchos tentaderos y el 4 de octubre de 1975, en la finca del Escorial de doña Amalia Pérez Tabernero es cogido por detrás por la vaquilla llamada “Conocida”, produciéndole gravísimas lesiones de vértebras de las que fallecería al atardecer del día 7 en la madrileña clínica La Paz. Al día siguiente, a las cinco de la tarde, en la Plaza de las Ventas, su féretro da su última vuelta al ruedo.

Antonio decía el toreo. El toreo se dice cuando se hace. Y no al revés. Porque el hacerlo siempre depende del toro. Este hacer el toreo va unido a su decir. Me explicaré. Se puede, aparentemente al menos, no torear bien , no hacer bien el toreo y decirlo admirablemente. El toreo que se hace bien y se dice mal no deja huella ninguna imaginativa en nuestro recuerdo.

Las figuras del toreo , como Antonio Bienvenida, lo fueron por su decir el toreo precisamente; por su poderosa personalidad figurativa en la plaza. Antonio hacía el toreo, bien o mal, pero lo decía con personalidad propia. En todas y cada una de las suertes, Antonio no solamente hacía el toreo, sino que lo decía, y lo decía con estilo propio: con singular y particularísimo estilo o forma de decirlo. Un torero no vale solamente por su escuela, sino, quizá únicamente, por su estilo.

El único valor torero es el estilo. Y el estilo no es el torero, sino el toreo mismo.

Y como dijo el poeta:

“Lento, muy lento, muy fiel, / perpetuizaba los pases / perpetuizándose él”.



Monumento a Antonio Bienvenida en La Plaza de Toros de Las Ventas

ANTONIO SANTAINÉS CIRÉS


Al hablar hoy de Antonio Mejías Jiménez (Bienvenida VII) hacemos mención obligada al juicio crítico que le mereció al insigne maestro Don Ventura: Siempre dijimos a cuantos quisieron oírnos que este torero ha sido el más fino, más puro y más clásico de cuantos han salido de la casa Bienvenida.

Verdad irrefutable. Pero es curioso y cierto a la vez que de tronco tan vigoroso como lo fue Manuel Mejías Rapela Bienvenida, investido urbi et orbi Papa Negro, brotaran tan frondosos ramajes. Todos aprendieron en el patio de General Mola, 3, hoy Príncipe de Vergara, todos tuvieron al mismo profesor, a don Manuel, su padre y cada uno acomodó sus grandes enseñanzas a su propia personalidad. «De los toros -a criterio del apologista Felipe Sassone- lo sabía todo y no quería, ni sabía, saber otra cosa. Hubiera vuelto a trabajar en cosas del toreo, hubiera zurcido capotes, construido banderillas, acaso hubiera terminado de mozo de estoques».

Y, cuando apareció a la palestra el hermanito menor, Juanito Bienvenida, Don Ventura consideró con acierto también que la casa de los Bienvenida, merecía el título de una obra de Echegaray: Manantial que no se agota.
«Cura, no me eches más agua»

Antonio Bienvenida nació el 25 de junio de 1922 en Caracas (Venezuela). Y fue bautizado en la parroquia sevillana de Omnium Sanctorum en la que se bautizó Juan Belmonte. Me lo recordó hace años su hermano Ángel Luis:

«Antonio y a mí nos bautizaron juntos. Antonio tenía dos años y dos meses, que era le edad que me llevaba a mí. Mi madre decía que un hijo suyo tenía que ser bautizado en Sevilla. Y Antonio cuando llegó era tan mayor que fue andando cuando le bautizaron. Cuando le echaron el agua decía: "Cura no me eches más agua que está muy fría"...»

Poseso Antonio, como ya se intuye, de un extenso repertorio, incorporó en el mismo una suerte olvidada en la que se conjugaban a la vez belleza y riesgo, el pase cambiado con la muleta plegada. El sangriento percance que le costó su práctica nada empañó la finura y elegancia de su toreo, al punto que un día, viéndole Manolete en pleno éxito exclamó:

«¡Si yo toreara como Antonio ¡»

Al despedirse en la plaza de Barcelona en 1966 fui a saludarle después de la corrida en el Hotel Ritz. Le pregunté a Antonio si le representaba mucho para él Barcelona.

«Pues sí -me respondió-.Porque es una plaza en donde se dan muchas corridas, más que en ninguna de España y además porque en Barcelona vino mi padre y mis hermanos. Todos nosotros tenemos un gran cariño a esta plaza y aunque yo no tuve mucha suerte, el público siempre me ha mostrado su simpatía».

Torero, ¿desde cuándo?.

«Desde que lidié el primer becerro en La Pañoleta de Sevilla. Tenía yo cinco años. Y para que mi madre me dejase torear, mis hermanos subieron entre todos al becerro al piso para que lo viera. Entonces me dejó».

Quise saber que experiencias había sacado de la fiesta en el aspecto humano. «Muchas -me contestó-. Con el toro se aprende mucho en la vida, porque en el toro hay violencia, hay bondad, hay templanza, hay maldad, hay dolor, triunfo y fracaso. Y todo esto es la vida». Me gustó su filosofía.

Las primeras andanzas toreras de Antoñito Bienvenida no son fáciles de detectar. Felipe Sassone en el libro Pasos de Toreo, pequeña historia de un artista grande, señala que en Zamora le vio torear con traje corto y estoquear por primera vez dos becerros de buena estampa que había cedido don Graciliano Pérez Tabernero.

«Quiero -ha dicho Antoñito a su padre- que doña María Palou y don Felipe Sassone vengan como padrinos a verme matar mis dos primeros toros». Todo eso ocurre el 14 de julio de 1936. Pero, concluye Sassone:
«Al llegar a Madrid se nos acabó el contento. Un amigo me daba por teléfono la noticia terrible: Habían asesinado a don José Calvo Sotelo».

En Córdoba, en la vieja plaza de los Tejares torea Antoñito Bienvenida una nocturna con Paquito Casado el 3 de julio de 1937. Se lidian utreros de Alfonso Olivares. Unos días después, el 11 de julio, torea en Sevilla en la corrida a beneficio del acorazado «España». Se lidian cuatro toros de Indalecio García, (antes Rincón) para Manolo y Pepe Bienvenida y dos hermosos erales de la ganadería de Juan Belmonte para Antoñito Bienvenida.

l 26 de junio de 1938, en Cádiz torea por primera vez con picadores, mano a mano con Pepe Luis Vázquez, novillos de Juan Belmonte. En la plaza de Madrid se presentó el 3 de agosto de 1939 alternando con Joselito de la Cal y Rafael Ortega Gallito, lidiando novillos de Terrones.

Primera oreja en Barcelona
En Barcelona tengo noticia por vez primera de él el 11 de febrero de 1940, función inaugural en las Arenas, completando la terna Gil Tovar y Paquito Casado. Los novillos son del marqués de Villamarta y con mejor buen pie no puede entrar Antoñito Bienevenida en nuestra plaza, cortando una oreja al novillo de su presentación.

En este 1940 contabiliza lisonjeros éxitos en Sevilla. Sus más estudiosos apologistas admiten que en la novillada del 15 de junio en la Real Maestranza sevillana practica Antoñito Bienvenida por primera vez el pase cambiado con la muleta plegada. Toreó mano a mano con Paquito Casado y por cogida de éste, Bienvenida estoqueó los seis novillos de Arranz, cortando la oreja del cuarto. Pero en el monte no todo es orégano y el 3 de agosto se produce su bautismo de sangre en Huelva. Sassone recibirá aquella noche un telegrama que dice:

«Primero dióme cornada en mano izquierda, no grave pero muy dolorosa. Abrazos. Antonio»

El susodicho Antoñito Bienvenida inauguró la temporada taurina en la Monumental de Barcelona el 9 de febrero de 1941 con Pedro Barrera, sustituyendo al Andaluz y Miguel del Pino, reses de Villamarta. Esta tarde le vi dar el pase cambiado con la muleta plegada y confieso que admiré su gran belleza, su ineludible riesgo y la guapeza y sentimiento que ponía en su ejecución.

Doloroso calvario
La mala suerte tampoco le dejó en paz y el 29 de abril en Jerez de la Frontera un novillo de Belmonte le partió la mejilla izquierda de una cornada en un afarolado de rodillas y el 22 de junio, en Granada, un novillo de Santa Coloma en un par al cuarteo le infiere una grave cornada en la región glútea izquierda. Son los comienzos de un largo y doloroso calvario en los ruedos.

Declina la temporada y cambia la onza en la histórica novillada del 18 de septiembre en Madrid. Los cambios de capa o de muleta en el toreo son antiquísimos. Francisco Montes (Paquiro) se refiere a ellos en su Tauromaquia completa (1836) y dice:

«Los cambios están olvidados casi del todo. La dificultad que presenta su ejecución retrae a la mayor parte de los toreros de emprenderla por lo cual se pasan años sin que se vea un solo cambio, a no ser por casualidad».

Añade: «Consiste en marcar la salida del toro por un lado y dársela por el otro».

El cambio con la muleta plegada estuvo proscrito mucho tiempo. En los años 1863 al 1890, gracias a la frecuencia con que lo daba Antonio Carmona el Gordito estuvo muy en boga. Ya muy viejo Carmona se solazaba teorizando sobre esta arriesgada suerte y pasando a la práctica cogía la muleta y con una becerra repetía lo descrito, una, dos y hasta tresveces. Lo curioso es que Antonio ensayaba esta difícil suerte en el patio de General Mola, 3 con un perrito fox-terrier «el Civi» que le entraba muy bien a la muleta. Al «Civi» lo mató un coche.

Antonio Bienvenida

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