martes, 18 de febrero de 2014

BELMONTE EN MÉXICO / Por José María Sánchez Martínez-Rivero.


Gaona alternó con Belmonte los días 7, 12, 14 y 21 de diciembre de 1913, y el 25 de enero y 1 de febrero y 15 del mismo mes de 1914. Algunas de estas corridas fueron mano a mano que desataron las pasiones de los aficionados.


A los cien años de su última corrida
JUAN BELMONTE EN MÉXICO

  • La estancia de Belmonte en México se prolongó desde el 9 de noviembre de 1913 hasta el 20 de febrero de 1914. 


José María Sánchez Martínez-Rivero.
Febrero de 2014, en Collado-Villalba.
Juan Belmonte debutó en México el 9 de noviembre de 1913. El viaje lo emprendió desde Francia en un barco que, para aquella época se consideraba rápido, pues, tardó en la travesía cuatro días y medio. Tras desembarcar, se trasladó a la capital federal en ferrocarril haciendo el recorrido en cuatro días. La llegada del fenómeno a la capital tuvo lugar unas horas antes de su presentación, en la plaza, al público mexicano.

En este viaje le acompañaron como miembros de su cuadrilla, el picador Céntimo, y los banderilleros Pinturas, Calderón, Vito y Pilín. Su mozo de espadas Antoñito Conde, fue obligado a volver a España por las autoridades de Nueva York por padecer, presuntamente, una infección que luego no fue tal.

La estancia de Belmonte en México se prolongó desde el 9 de noviembre de 1913 hasta el 20 de febrero de 1914. 

La fama que Juan llevaba de España hizo que su presentación adquiriera visos de acontecimiento muy importante, puede decirse que único, en el mundo taurino de aquella época.

Juan Belmonte, lleno de entusiasmo, fe taurina en si mismo y triunfador en España, no defraudó al público mexicano.

La crítica taurina, en los rotativos mexicanos, hizo patente el entusiasmo por la presentación de Juan Belmonte en México. Pocas veces, se han leído mayores elogios a un torero español. Reflejemos algunos de los comentarios vertidos por la prensa de aquel acontecimiento.

El Imparcial:

“El perfil de Belmonte se ha puesto ayer de mayor relieve que cuando tuvimos noticias de su grato arribo a esta hospitalaria ciudad de México. 

Belmonte en la calle sin ninguna adorno flamenco en su vestimenta; tipo de cansado; ojos místicos y humilde; trato admirable, no parece ni de cerca ni de lejos la asombrosa figura taurina que muchas veces nos ha pintado el revistero Don Modesto.

"Y luego es preciso ver torear a este coloso! Es preciso verle para darse cuenta perfecta de que en él todo está en armonía; que se abandona de tal suerte a este juego terrible y mortal, que seguramente en aquellos momentos el mundo entero está encerrado para él en la estrecha cuna de sus adversarios y en las miradas enloquecidas de esas veintemil pupilas que, clavadas en su persona, siguen, conmovidas por el espanto, toda la gracia audaz, toda la agilidad, sorprendente que hay en sus movimientos.” 

Toreó de capa colosalmente a su primer toro. La faena de muleta quedó reflejada por la prensa en estos términos:

“Su hazaña con la muleta en este toro merece los honores del mármol y quedar esculpida en lo más alto frontis del templo de ese arte fascinador del toreo.

¡Qué cuatro pases naturales! Muchas maravillas se cuentan y muy raras hazañas se comentan de toreros de gigantesca talla; pero seguramente (y a apelo para ello a los que de los toros saben) para que conmigo levanten un clamor inmenso de hosanna hacia este Belmonte que con solo esa faena tiene derecho para colocarse en el alto sitial de los maestros, ninguna más grandiosa, porque esos pases, ¡oh afición!, quizá no vuelva a verlos nunca. Eslabonados de forma tan perfecta, con perfiles tan clásicos, con ademanes tan artísticos…

Podía no haber hecho más Belmonte en la tarde de ayer, y hubiera bastado con esa faena, fugaz como el relámpago y fascinadora como la maravilla, para que las gargantas enronquecieran gritando ¡olés! A este diestro excepcional que lleva el rojo trapo el imán donde se prende los júbilos, los triunfos y los entusiasmos.”

El Independiente, veía también a Belmonte como gran figura del toreo y publicaba:

“Se dice que Belmonte recuerda a Montes; Error, inmenso error, Belmonte no se parece a nadie. Ya le vimos, ya no nos guía el criterio de ese fárrago de crónicas que hablaban de Belmonte como algo sobrenatural. Ya le vimos, y nos parece que todos los elogios que se han hecho del fenómeno son tibios, incoloros; ¡Belmonte es más grande que su fama!”.

Otra opinión sobre la faena de Juan Belmonte a su primer toro fue la siguiente:

“Aquel primer toro de Belmonte era el de más respeto de la corrida, bien puesto de pitones; hondo, grande y poderoso que propinó monumentales costaladas a los picadores dando lugar a que Belmonte hiciera un quite doble, el mejor, el más maravilloso que hemos visto hacer. Aquello no se describe, se ve. El que no haya contemplado a Juan Belmonte haciendo esa suerte no puede formarse una idea de ella. El torero empezó con una media verónica, de esas que le han dado fama mundial, y siguió con otra, tan pegada a los costillares, tan metida entre los pitones, que en toda la plaza estalló un grito de enorme entusiasmo; parecía que aquella multitud solo tenía una boca, y que esa boca solo sabía un nombre: el de Juan Belmonte".

La faena a su quinto toro mereció el elogio de faena monumental:

“Lo que hizo con este quinto toro se recordará por muchos años, cuando se hable de una faena monumental; se traerá a la memoria la ejecutada por el fenómeno con el toro de Piedras Negras.

En un palmo de terreno dio Juan ocho pases únicamente, pero a cual más maravillosos. Uno de pecho inconmensurable, al que siguió, en una faena arrancada, un molinete espeluznante. Y la faena, coronada con un volapié acostándose en el morrillo y dejando el acero en todo lo alto. La ovación fue indescriptible.”

La presentación en México de Belmonte produjo en los aficionados tal impacto que se crearon dos partidos taurinos –el de los que admiraban a Juan y el de los que lo hacían conGaona- irreconciliables que, a veces, llegaban a las manos cuando ambos toreaban juntos. El torero mexicano, gloria de la afición mexicana, compitió con las grandes figuras de su época, Joselito y el mismo Belmonte, a gran altura. Rodolfo Gaona torero clásico, ejecutaba el toreo, con gran conocimiento del toro, erguido y parado con sobriedad y mando. Era gran matador y destacado banderillero –tal vez a la altura de Joselito el Gallo-, fue muy querido en España y siempre se le ha tenido por gran figura del toreo. 

Gaona alternó con Belmonte los días 7, 12, 14 y 21 de diciembre de 1913, y el 25 de enero y 1 de febrero y 15 del mismo mes de 1914. Algunas de estas corridas fueron mano a mano que desataron las pasiones de los aficionados.

El torero mexicano, en una carta a su amigo en España, Don Pedro Nau le dice:

“Ya estamos, querido Don Pedro, frente a frente Belmonte y yo. Lo mismo los españoles aficionados que mis paisanos de México, no saben vivir sin sembrar odios taurinos. Por gusto de todos, nos encerrarían a los dos juntos en una jaula para acabáramos el uno al otro a mordiscos y puñetazos. Pero resulta que Belmonte es azúcar pura, en punto a bondad e intenciones. No tira una ventaja ni sabe hacer una mala faena al compañero. Torea en su toro y no estorba en el que no le corresponde. Y no es de mí, es del propio Patas Largas. Y tampoco nunca dice esta boca es mía. Maera, que va mucho con Calderón y con Pinturas, me ha dicho que Belmonte tiene muchas ganas de verse en Madrid conmigo. Y de acompañarse con mí amistad. Yo se lo agradezco mucho.”

La nobleza de Rodolfo Gaona queda patente en esta carta en la que opina de Belmonte, su rival en el ruedo.

Los aficionados y críticos taurinos mexicanos creían que Belmonte tenía algún don que hacía que los toros lo respetaran y que era insensible. A este respecto, el cronista de La Nación escribió:

“ Está comprobada la insensibilidad de Belmonte, porque es un individuo que siempre está sonriente ante el peligro, que suele silbar cuando se dirige a brindar, que jamás se lleva las manos a los sitios en que los toros le han pegado, que le causa una herida y no le da un tanto así de importancia, y porque estrella el automóvil en que viaja y antes de ver si tiene alguna lesión se apresura a buscar la máquina fotográfica para grabar en su placa los desperfectos del coche.

Un hombre así, naturalmente hablando, es también un fenómeno.

Belmonte sonriendo siempre ante el peligro, hizo una faena colosal, que remató con una estocada en todo lo alto.”

El pasado día 9 de noviembre se cumplieron los 100 años de la presentación en México de un torero español, primerísima figura del toreo y creador de las nuevas formas de torear que luego se impondrían. 

Habrían de transcurrir 32 años para que otro torero español a su llegada a México en noviembre de 1945, Manuel Rodríguez, Manolete, revolucionara a la afición mexicana con su toreo. Se le esperaba con extraordinario interés. Un interés solo comparable al despertado por el fenómeno de Triana. 

Su presentación se efectuó el domingo 9 de diciembre de 1945, alternando con Silverio Pérez y Eduardo Solórzano con toros de Torrecilla. 

Belmonte y Manolete fueron muy queridos en México, afición sentimental y entendida. Aún hoy se les recuerda con cariño y respeto.


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